Archivos para las entradas con etiqueta: metro
Texto #415: Desperdicio
Los autobuseros desperdician a diario
los oidos del usuario, y su oportunidad
de invertir el espacio en crear un presente
más ameno.
Los diseñadores, políticos, periódicos,
taxistas, policías, todos, cada uno
en nuestra medida.
En cambio,
la música es vida.
Es paz y felicidad,
es cambio:
amor y progreso.
Dibujo #059: Capicúa
Policía Nacional Bolivariana, Metro de Caracas, 2011
Remodelando Propatria
Perros Calientes
Mendigar
Estacionamiento
Detenido
Cables
Fotografía
Y vienen más, pendiente.,
La Hoyada (Caracas), Venezuela
Caracasmetroensanantoniola
Morte, temor, metro.
Caracas, 2011
Una tajada del pabellón
Tengo la mirada absorta hacia una pared
mientras reflexiono por andar pensando en una canción
llamada Helga, de la cual no podré escribir la melodía que imagino
porque las onomatopeyas no son suficientes.
La señora que está dos puestos a mi derecha,
en el asiento de la parada, me ve con cara de saber
que lo que pienso tiene fuerza, y se esfuma.
Los carros pasan al fondo, muchas mujeres elocuentes
callan a la espera del autobús y del mensaje del tierno.
O del tercio, jevito, cuaimo o zampe.
Los otros dos hablan de máquinas. ¿Máquinas de lotería?.
La lluvia cae y entiendo que he escrito bastante
de un tiempo para acá. «Yo agarro esa, chao»,
«chao» responde él, «yo te llamo en la noche» dice ella.
Se monta y se va.
Cada quien en lo suyo.
Mierda, llegó el metro.
Muchas
Más de 240 personas en el tren donde me desplazo a clases
y escribo esto. Cuántas mentes/almas/conciencias
en sus propios problemas, con sus propias ideas,
trasladándose a través del tiempo y del espacio-
¿Cuántas de ellas crearán algo que cambie a la humanidad?
¿A su entorno laborlal, a su familia?
¿Cuántas de ellas morirán en los próximos 5 años?
Inferir e imaginar me hacen viajar alrededor de la respuesta
que no sabré. Al menos escribo sin que me incomode que me vean.
Salí del instituto y me vi en una estación de metro espaciosa, no la conocía. Los postes y barandas que la decoraban eran color naranja, tenía múltiples pisos tanto hacia arriba como hacia abajo y bastante espacio hacia el exterior, es decir, era como el panal del metro-tren.
Entonces, la entrada al vagón se realizaba en el piso de abajo, y en el de arriba (donde yo estaba) no colocaron ninguna reja para proteger a las personas de los bordes, sin embargo estaba la franja amarilla y el precipicio abajo.
La crucé, me resbalé y casi me caigo (hubiese muerto), quedé sujetado de las manos al filo cuando llegó uno de esos tipos del metro con camisa azul y me extendió la mano para poder subir.
Recuerdo que el clima estaba de a ratos nublado, de a ratos soleado. Provocaba tomar demasiadas fotos y todas hubiesen quedado excelentes. No tenía la cámara, frustración.
Bajé al piso inferior y llegó por fin el vagón-tren.
Un viejo manejaba el asunto (el vagón, pues) mientras los pasajeros saludaban a quienes vinieron especialmente a recibirlos.
Una chica muy bella, catira ella, apenas corroboró que las ventanas (todas al mismo tiempo lo hacían, programadas por el operador/chofer) se abrieran -deslizándose en X-, sacó la cabeza para despedirse de su marido/consorte pero el operador cometió un error -o la máquina-, las ventanas volvieron a cerrarse, ella no guardó su cabeza a tiempo. Pánico y terror. CHOFÉR!!!!!!!!- alcancé a gritar a todo pulmón golpeando con fuerza su ventana, volteé y a la pobre le estaban empujando el cuello los cristales. Todos miraban, nadie sabía qué hacer, nadie hacia nada. Argentina, era, aunque parecía europea. De esas mujeres que uno confía, nunca van a morir.
Corrí todo lo que pude, recuerdo que alguien dijo ¡corre rápido! y -de paso- no tenía pantalones. La gente del puesto de Rescarven se tardó en entender mis gritos -y grité hasta con las uñas-. Ahora entiendo lo de los gritos mudos de los sueños, quizá simplemente sea que estamos tan abstraídos que el audio se nos va.
Llegamos y ella estaba en el piso, acostada boca arriba, la rodeaban paramédicos y el (no tan infortunado como ella) chofer. su nombre me aparecía en la pantalla en un color morado.
No siempre los sueños terminan bien.